viernes, mayo 19, 2006

Discurso de Baden-Powell en Santiago, 1909 (3a parte)

Procuramos también desarrollar en ellos el sentimiento caballeresco, que fue como una religión para nuestros antepasados, inculcándoles ese código de honor que todo hombre necesita. Para ello lo habituamos a ser respetuosos y a saber amparar a las mujeres y a los niños, a ayudar a su prójimo, aún a los animales que sufren, a no pasar nunca un día de su vida sin haber ayudado a alguien, aún hombre o una bestia.

Queremos también enseñar a los niños a sacrificarse para salvar la vida a un semejante de suerte que el boyscout se crea, siempre que llegue la oportunidad, "el hombre" llamado a sacrificarse para salvar una existencia en peligro.

Para ello les enseñamos los primeros cuidados que deben prodigarse a un herido, las atenciones elementales para caso de accidentes y, sobretodo, el cuidado de su propia salud.

La historia patria y el desarrollo de los sentimientos patrióticos, forman parte de esta enseñanza, y muy principal.

El boyscout debe estar convencido de que debe a la patria el sacrificio de su vida, si es necesario...Todo esto, lo repito, se hace en forma de juegos y ejercicios prácticos, nunca en forma pedagógica. Empleamos con éxito el sistema de los distintivos como recompensas por cada progreso que hace el niño, por cada nueva cosa que aprende. El hombre es vano por naturaleza y ama los distintivos. Una cinta en el brazo, una medalla al pecho, le agradan a cualquiera. Es fácil comprarse a un hombre con un distintivo.

Pero es menester que el niño halle siempre que todavía queda algún distintivo que alcanzar, de suerte que, cuando ya se creía un boyscout, descubra que todavía queda otra cosa que aprender, que todavía tiene, por ejemplo, que alcanzar el distintivo de los que saben cortar un árbol y convertirlo en madera.

Todas estas son sólo indicaciones hechas al pasar. Hay muchas más que podrían hacer y otras muchas que ustedes mismos pueden descubrir dentro del espíritu general de la institución, estudiando el carácter de los niños, las costumbres del país, los gustos y aficiones peculiares.
Para reclutar nuestros niños
, comenzamos por nombrar algunos jóvenes de un poco más edad, en carácter de oficiales; cada uno de ellos busca una docena de niños, a quienes procura formar para que, a su vez, sean oficiales y busquen a otros. Así la institución aumenta rápidamente y al mismo tiempo se desarrolla el sentimiento de la responsabilidad en cada uno de los muchachos.

En cada ciudad se organiza un comité de caballeros que toman intereses en estas cosas y trabajan con entusiasmo por la obra. Ellos designan a los oficiales, nombrando uno para cada barrio o zona donde deseen implantar la institución.

De esta suerte, la obra beneficia no sólo a los niños, sino también a los jóvenes de más edad nombrados oficiales, pues enseñan a unos y otros a obedecer y a mandar, a sacrificarse, a soportar fatigas y, sobre todo, a hacer el bien, enseñando a otros y ayudándolos a ser hombres.

Me doy cuenta que he hablado muy largo, pero cuando me pongo a hablar de este asunto, que para mí es casi una manía, nadie puede detenerme, tengo que detenerme solo.

Les pido que si tienen alguna duda, o desean mayores datos, los manifiesten después de la traducción que se hará. Quiero que todos comprendan bien la idea fundamental y con ella quede en manos entusiastas para que sea coronado con el éxito este feliz comienzo, que me ha proporcionado un placer y un honor, para mí completamente inesperado."

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